Si estáis viajando por las tierras holandesas, una ciudad que no podéis dejar de visitar es la histórica Groningen, una de las doce ciudades que conforman desde hace siglos los Países Bajos.
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Y de todas las formas de llegar a Groningen, el mejor modo sin duda alguna es el ferrocarril. ¿Por qué? Pues, porque nada más que bajéis del tren y pongáis el pie den los andenes de la estación de Groningen, la primera sensación que vais a tener de la ciudad va a ser favorable y os va a predisponer a que salgais a las calles de la urbe encantados de haber llegado hasta ahí.
La razón es muy simple: la estación de Groningen es preciosa, y su aspecto le asemeja más con una catedral que con una estación. De hecho, la estación hace que nos demos cuenta de que viajamos en el espacio, pero que sintamos que también viajamos en el tiempo, porque nos traslada a otra época.
La denominación del edificio en la señalización y los planos locales es Groninger Hoofdstation. La altura del edificio os hará levantar la vista hacia su techo, y será entonces cuando podáis apreciar la decoración que rebosa por toda la cubierta, y de paso veréis las encantadoras ventanas que aportan luz al edificio.
También aporta luz una curiosa farola que se eleva seis metros en el interior del recinto. Todo el conjunto nos traslada a otra época, con muchos menos coches, cuando el desplazamiento de viajeros en ferrocarril era mucho más habitual que ahora, casi a los tiempos de las máquinas de vapor, que inundaría todo el espacio de la estación.
Lo dicho, a Groningen lo mejor es ir en tren.